Mayor probabilidad de ocurrencia de brotes epidémicos en áreas deforestadas y en plantaciones de monocultivos

Un estudio reciente señala que hay mayor probabilidad de ocurrencia de brotes epidémicos de enfermedades infecciosas en áreas deforestadas y en plantaciones de monocultivos, lo que sugiere que es probable que las epidemias aumenten a medida que disminuye la biodiversidad.

El cambio en el uso del suelo es un factor significativo en la aparición de virus zoonóticos como el SARS-CoV-2 y de enfermedades transmitidas por vectores como la malaria, informa el estudio. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló que 70% de los últimos brotes epidémicos han comenzado con la deforestación.

Incluso las plantaciones forestales pueden aumentar los riesgos para la salud de las poblaciones humanas locales si sólo consideran un pequeño número de especies, como suele ocurrir en los monocultivos comerciales. La forestación puede crear nuevos riesgos de enfermedades infecciosas, especialmente cuando se trata de plantaciones comerciales. El abandono de tierras agrícolas crea una matriz irregular de arbustos que también puede conducir a un nuevo riesgo de zoonosis como la enfermedad de Lyme en Norteamérica y Europa o el tifus de los matorrales en Taiwán. Esto se debe a que, en un bosque sano y biodiverso, las enfermedades son filtradas y bloqueadas por una serie de depredadores y hábitats. Cuando el bosque natural es reemplazado por una plantación de palma aceitera, campos de soya o monocultivos de eucalipto, las especies especializadas mueren, dejando a generalistas como ratas y mosquitos prosperar y propagar patógenos a través de hábitats humanos y no humanos.

El resultado neto es una pérdida de la regulación natural de las enfermedades. Debe tenerse más en cuenta el rol del bosque en la salud humana, la salud animal y la salud ambiental. El mensaje de este estudio es “no olvides el bosque”. La reforestación puede aumentar la pérdida de biodiversidad cuando la expansión forestal se realiza a expensas de pastizales, sabanas y bosques abiertos. Entonces, la forestación y la ex-pansión forestal pueden disminuir los servicios ecosistémicos. La definición de bosques de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) –los bosques son sitios con una cubierta de dosel arbóreo de más de 10%– no permite distinguir entre pastizales antiguos y vegetación antropogénica, ni entre la expansión natural de los bosques y la regeneración forestal, ni de las plantaciones.

Los resultados sugieren claramente que no sólo la tala forestal es responsable de brotes de enfermedades infecciosas, sino también la reforestación o forestación, especialmente en países fuera de la zona tropical. Si bien, la información utilizada no diferencia entre los distintos tipos de reforestación: plantación de productos básicos, forestación o abandono de tierras agrícolas.

Los investigadores examinaron la correlación entre tendencias de la cobertura forestal, plantaciones, población y enfermedades en todo el mundo utilizando estadísticas de instituciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Banco Mundial, la FAO y la “base de datos de epidemias Gideon”. Durante el período de estudio de 1990 a 2016, se abarcaron 3.884 brotes de 116 enfermedades zoonóticas que cruzaron la barrera de las especies y 1.996 brotes de 69 enfermedades infecciosas transmitidas por vectores, en su mayoría transmitidas por mosquitos, garrapatas o moscas.


El estudio muestra que los brotes aumentaron mientras las plantaciones se expandían rápidamente y al mismo tiempo la cobertura con bosques disminuía gradualmente. Por sí sola, una correlación no es prueba de causalidad porque otros factores pueden estar involucrados, como la alteración del clima. Los autores refuerzan sus argumentos con múltiples referencias a casos prácticos individuales que ponen de relieve los vínculos entre las epidemias y el cambio de uso del suelo.


En Brasil, los científicos han demostrado que la deforestación aumenta los riesgos de brotes de malaria. En el Sudeste Asiático, los estudios han demostrado que el aclareo de bosques favorece al mosquito Anopheles darlingi, vector de varias enfermedades. La pérdida de bosques primarios también se ha identificado como un factor en la aparición de la enfermedad por el virus del Ébola en África Occidental y la reaparición de la leishmaniosis. Las plantaciones u otros cambios del uso del suelo favorecen algunas especies por sobre otras, por ejemplo, un tipo de roedores, como en el caso de la hantavirosis, que pueden portar la enfermedad. En Chile, la emergencia del hantavirus se ha debido a la alteración de sus hábitats, debido a la deforestación (fragmentación del bosque nativo, establecimiento de plantaciones, disminución de rapaces y agricultura intensiva), cambios ambientales que aumentaron la trasmisión entre ellos. La mayor cantidad de roedores infectados, cuyos hábitats han sido invadidos por el ser humano, aumentan la interacción y la transmisión.


El nuevo estudio se suma a un creciente conjunto de evidencias de que los virus son más propensos a transferirse a humanos o animales si viven en o cerca de ecosistemas perturbados por el ser humano, como bosques recientemente talados o pantanos drenados para tierras de cultivo, proyectos mineros o proyectos residenciales. Esto está moldeado por las pautas comerciales establecidas y el comportamiento de los consumidores. Una cuarta parte de la pérdida de bosques global está impulsada por la producción de productos básicos como carne vacuna, soja, aceite de palma y fibra de madera. La minería se suma a este problema contaminando ríos y arroyos que son vitales para un ecosistema resiliente, el secuestro de carbono y la calidad del suelo.
Investigadores de Ecohealth Alliance han propuesto que frenar enfermedades sea considerado como un nuevo servicio ecosistémico de las cubiertas vegetales naturales, es decir, un beneficio que los seres humanos obtienen libremente de los ecosistemas naturales, al igual que el almacenaje de carbono y la polinización.


El presente estudio muestra que los riesgos de enfermedades deben agregarse al análisis riesgo-beneficio de nuevos proyectos. Deben tenerse en cuenta los costos de la salud pública al considerar nuevas plantaciones o minas. Los riesgos son primero para la población local, pero luego para todo el mundo porque se ha observado con la COVID-19 lo rápido que las enfermedades pueden propagarse».


Preocupa particularmente el deterioro sanitario ambiental de la selva amazónica. Bajo la presidencia de Jair Messías Bolsonaro, la deforestación ha aumentado a niveles no vistos en más de una década y los sistemas de salud pública han sido tan mal administrados que el país tiene ahora la peor tasa de mortalidad de COVID-19 global.Todo el planeta debería preocuparse por lo que está sucediendo con la biodiversidad, el clima y la salud pública en Brasil. A medida que aumenta la presión, el Amazonas se acerca a un punto de inflexión debido al cambio climático, nada bueno para el ecosistema mundial. Si se alcanza el punto de inflexión, los resultados serán muy malos en términos de sequía, incendios y, sin duda, en términos de enfermedades. Otras zonas de preocupación son las selvas tropicales de la cuenca del Congo y el Sudeste Asiático, y proyectos de forestación con monocultivos en China, Europa y Estados Unidos. Los resultados del presente trabajo sugieren claramente que no sólo la tala de bosques es responsable de brotes de enfermedades infecciosas, sino también la reforestación o forestación, particularmente en países fuera de la zona tropical. El equipo de investigadores del presente artículo está trabajando en un estudio más detallado que utilizará el análisis satelital de la cubierta de bosques para examinar los vínculos con enfermedades. Con más información, estima posible predecir futuros brotes y trabajar con las comunidades locales para construir paisajes ecológicamente diversos y económicamente productivos que reduzcan los riesgos.


Sólo es cuestión de tiempo para que ocurra la próxima pandemia. Los riesgos son muy altos. Sólo se trata de cuándo y dónde. Y la humanidad debe estar preparada. El último informe de la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) calcula entre 631.000 y 827.000 los virus desconocidos en la naturaleza que aún pueden infectar a las personas. En las últimas décadas ha quedado claro que la prevención eficaz de enfermedades debe considerar el entorno completo en el que se producen. Mantener las personas sanas requiere mantener ecosistemas saludables. Comprender los cambios en los ecosistemas por causa del cambio climático requiere no sólo de una comprensión clara de los cambios futuros en el entorno físico, sino también de una comprensión precisa de las respuestas fisiológicas, ecológicas y evolutivas a estos cambios por los patógenos, vectores y huéspedes.


Esto implica integrar el manejo y planificación forestales con la investigación sobre las enfermedades infecciosas emergentes. Se requiere de una mayor investigación interdisciplinaria y colaborativa entre silvicultores, ecólogos forestales y expertos en vida silvestre y en enfermedades infecciosas humanas para comprender mejor el impacto de los bosques, su uso y su manejo, en las enfermedades infecciosas.

 

Fuente: REC

Foto: gryffyn m on Unsplash

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