¿Cómo se determina cuándo finaliza una pandemia?
China reportó los primeros casos de un nuevo tipo de coronavirus a la Organización Mundial de la Salud (OMS) el último día de 2019 –de ahí que se lo bautizara “COVID-19”–, pero el organismo lo declaró oficialmente una “pandemia” el 11 de marzo, hace poco más de un año.
Esta enfermedad viral se sumó así al grupo de los grandes brotes que afectaron la salud global a lo largo de los tiempos, como la peste negra, la viruela, la gripe de 1918-19 y, más recientemente, el VIH/sida y la influenza A(H1N1).
Ninguna de esas enfermedades representa hoy una amenaza a la humanidad. Incluso una –la viruela– llegó a erradicarse.
¿Qué debe ocurrir para que la COVID-19 también deje de ser considerado una pandemia? ¿Cuáles son las metas que deben alcanzarse?
La respuesta más directa surge de analizar la definición de lo que constituye una pandemia. Según la Real Academia Española, es una “enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región”.
Por lo tanto, se infiere que la COVID-19 dejará de ser pandémica cuando ya no tenga un alcance tan grande.
Pero ¿quién define el umbral y cómo se determina? Incluso si la OMS decidiera que se terminó la pandemia, serán cada uno de los países –o incluso de los Estados o provincias– los que determinarán cuándo termina la emergencia sanitaria y pueden levantarse las cuarentenas y restricciones.
No más contagios
La forma más clara de determinar el final de una pandemia sería que ya no haya circulación del SARS-Cov-2, el virus que causa la COVID-19.
En la actualidad (al 11 de marzo de 2021) solo 14 países o territorios de todo el mundo están libres de la COVID-19, según la OMS, y de ellos 12 son islas en el Pacífico o Atlántico (que debieron cerrar sus fronteras para poder mantener afuera al virus).
A nivel global hay unas 117 millones de personas infectadas y cerca de 2,6 millones de víctimas fatales, cifras que siguen aumentando día a día.
Por lo tanto, la meta de frenar completamente la transmisión del SARS-CoV-2 parece muy lejana, si no imposible.
Esto, a pesar de que ya existen ocho vacunas que previenen la enfermedad y que al menos 125 países y territorios comenzaron a vacunar a su población.
Incluso en Estados Unidos, el país qué más dosis ha administrado hasta el momento (más de 90 millones), los expertos advierten que será casi imposible alcanzar los niveles de vacunación necesarios –por encima del 75% de la población– para lograr la anhelada meta que algunos allí han bautizado #ZeroCovid.
Si se considera, además, que fuera de Estados Unidos y un puñado de países como Israel, Emiratos Árabes Unidos, Reino Unido y Chile, la vacunación viene a un ritmo muchísimo más lento, y que, encima, siguen surgiendo nuevas cepas del virus que podrían reducir la efectividad de las vacunas, puede prácticamente descartarse que el SARS-CoV-2 sea vencido gracias a la inoculación, como esperaban algunos.
Inmunidad de rebaño
No obstante, la vacunación sí puede contribuir a otra forma de poner fin a la pandemia, la llamada inmunidad de rebaño o colectiva.
Esta se logra cuando una porción amplia de la población se vuelve inmune al virus, por lo que se reduce fuertemente su circulación.
La teoría es que, si suficientes personas son resistentes a la enfermedad, los más vulnerables quedan protegidos de un posible contagio.
Científicos británicos estimaron que la inmunidad de rebaño en el caso de la COVID-19 se lograría cuando aproximadamente 60% de la población haya estado expuesta al SARS-Cov-2.
Esta exposición puede ser natural, a través de una infección, o gracias a una vacuna.
Con cada vez más personas infectadas o inoculadas contra el SARS-CoV-2, ¿será esta la salida de la pandemia? No en el corto plazo, según la OMS.
A fines de diciembre, el organismo advirtió que “las encuestas de seroprevalencia sugieren que en la mayoría de los países, menos de 10% de la población ha sido infectada con la COVID-19”.
En tanto, aunque las estadísticas sobre vacunación muestran que hasta el momento se han administrado más de 300 millones de dosis, las personas inmunizadas serían muchas menos, ya que la mayoría de las vacunas requieren dos dosis.
Si bien se trata de un avance científico enorme, logrado en tiempo récord, su impacto sigue siendo limitado si se considera que en el mundo viven más de 7.700 millones de personas.
Otro aspecto que complica alcanzar la inmunidad de rebaño es que las personas infectadas con la COVID-19 no necesariamente están protegidas contra la enfermedad.
“Todavía no se sabe con certeza cuánto dura la inmunidad contra el SARS-CoV-2, pero basados en los coronavirus que ya existen y que infectan a la población regularmente, como los que causan resfríos, se sabe que la gente se contagia con estos virus una y otra vez”, advirtió Jeffrey Shaman, profesor de Ciencias de Salud Ambiental de la Universidad de Columbia, en New York.
“Todavía estamos aprendiendo sobre la inmunidad contra la COVID-19”, coincidió, por su parte, la OMS en su reporte.
“La mayoría de las personas que están infectadas con COVID-19 desarrollan una respuesta inmune en las primeras semanas, pero no sabemos qué tan fuerte o duradera es esa respuesta inmune”.
“También ha habido informes de personas infectadas con COVID-19 por segunda vez”, advirtió.
Como la influenza
Por todo esto, muchos creen que la salida de la pandemia no se dará ni eliminando la COVID-19, ni logrando una inmunidad colectiva superior a 60%.
Se dará cuando logremos tener la enfermedad suficientemente bajo control. ¿Qué significa esto? Que la cantidad de infecciones, hospitalizaciones y muertes ya no serán considerados una emergencia sanitaria.
Un reciente artículo estimó que en Estados Unidos ese umbral se alcanzaría cuando haya menos de 100 muertes al día. ¿Por qué 100? Porque esa es la cantidad aproximada de personas que fallecen cada año a causa de la influenza.
Joseph Eisenberg, epidemiólogo de la Universidad de Michigan, dijo que ese nivel de mortalidad es “ampliamente considerado aceptable por el público”.
Las comparaciones con la influenza no son antojadizas. Son varios los expertos que creen que la COVID-19 podría eventualmente convertirse en un problema endémico, con picos estacionales, como los distintos virus de la influenza.
A medida que más personas se exponen al SARS-CoV-2, lo esperable es que comiencen a bajar las tasas de transmisión e infección.
A la vez, el SARS-Cov-2 podría ir mutando para ser menos dañino, como ocurre con muchos virus que tienden a ser más agresivos cuando recién aparecen y luego se hacen menos letales para poder sobrevivir.
Seguramente seguiría habiendo brotes, como ocurre con la influenza, pero la esperanza es que el desarrollo de nuevos medicamentos para tratar la infección podrían hacerla menos mortal.
“Lo que se espera es lograr niveles de infección que sean controlables y que el virus se vuelva cada vez menos severo, para lograr un equilibrio en el que la endemicidad de este patógeno no sea tan mala para la mayoría de la gente”, señaló Shaman, quien en octubre publicó un estudio sobre el potencial de la COVID-19 de volverse endémica.
"Ese sería el tipo de estabilidad que nos permitiría vivir con este virus y, a la vez, volver a algún tipo de normalidad”, afirmó.
¿Cuánto tiempo tardará?
Otro trabajo estimó el plazo, utilizando un modelo matemático para reproducir la propagación del virus. Su conclusión fue que “domar la pandemia” –es decir, que la COVID-19 se haga endémica– tardará entre un año y una década.
Por su parte, el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, fue más preciso. En agosto pasado, estimó que la pandemia terminará “en menos de dos años”, o sea, antes de mediados de 2022, un poco menos de lo que tardó en superarse la gripe de 1918-19, la mayor pandemia del siglo XX.
Fuente: REC
Imagen: Mika Baumeister on Unsplash