Se han perdido más de 20,5 millones de años de vida a causa de la COVID-19

La COVID-19 ha provocado la muerte ya de más de dos millones de personas en todo el mundo. Pero no basta con contar los muertos. También hay que destacar lo pronto que se han ido.

Un estudio estimó que se han perdido más de 20,5 millones de años de vida. El trabajo usa la diferencia entre esperanza de vida y los datos oficiales de fallecidos para llegar a esa cifra. También destacó que aunque la COVID-19 ha castigado especialmente a los mayores, esto no es igual en todo el mundo. Y, comparada con otras afecciones universales, no ha habido nada parecido en los tiempos recientes.

20.507.518 años de vida perdidos por culpa del SARS-CoV-2. Es el cálculo que han obtenido un grupo de investigadores al analizar el número total de fallecidos en 81 países (casi 1,3 millones) y teniendo en cuenta la esperanza de vida en cada estado. La cifra es una foto fija tomada con datos a 6 de enero de este año, así que ahora será mayor.

Todas las estadísticas calculan el número de muertos, pero si se desea una evaluación seria del impacto de la pandemia deben tenerse en cuenta otras variables, como la de los años de vida perdidos. En promedio, cada fallecido ha muerto 16 años antes de lo que le habría correspondido.

Otro elemento a tenerse en cuenta es que tiende a afirmarse que los que mueren por COVID-19 no estaban sanos, ya que suelen padecer comorbilidades. Y también que se ceba con los viejos. Así que su esperanza de vida no sería mucho mayor ya sin la intervención del SARS-CoV-2.

Pero, al compararse los años perdidos por el virus con los restados por los accidentes de trá-fico, las enfermedades coronarias o la influenza, se observa que el total de años perdidos por muerte prematura provocada por la COVID-19 es entre un cuarto y la mitad mayor que los debidos a problemas cardíacos. El intervalo se debe a la variación de los datos de cada país.

En el caso de los fallecimientos por accidentes de tráfico, la COVID-19 supera su impacto entre dos y ocho veces. Pero la comparación más dramática es con la influenza. Aquí, hay lugares donde se han perdido nueve veces más años por la COVID-19 que en el peor año de influenza de las dos últimas décadas. Al compararse los datos con los de la influenza y las enfermedades coronarias se buscaba poner en contexto su verdadero impacto, y ambas también afectan más a las personas con peor salud.

El trabajo confirmó que la COVID-19 ha castigado más duro a los mayores, pero a medias. Un cuarto de los años de vida perdidos lo fueron entre los que tenían más de 75 años. Pero otro 44,9% le correspondía vivirlos a personas de entre 55 y 74 años. Si el corte se pone por debajo de ese año, la cifra sigue siendo significativa: desde los 54 se concentra un tercio del tiempo que ya no se vivirá.

Pero al comparar por países, el tema de los ancianos se matiza aún más. Mientras en lugares como Australia, Suiza o Dinamarca apenas se han perdido anualidades entre los más jóvenes, en Nepal, Kenya o Togo son los menores de 55 años los que más pierden. Y hay una decena de países en esta última lista. Por ejemplo, si la media de años perdidos por muerte es de 16 años, en Perú sube hasta 20,2. Al hecho de que la esperanza de vida de los mayores sea inferior en muchos países menos desarrollados, se añade el hecho de que la población joven soporta una mayor carga de morbilidad. Así que la COVID-19 no es tanto una enfermedad de los viejos como una enfermedad de los frágiles.

Muchos países en vías de desarrollo aún están en una fase de la transición epidemiológica en la que las enfermedades infecciosas son un gran lastre para la esperanza de vida. Pero no han terminado de salir de esta fase y ya están entrando en la de las enfermedades crónicas. Por ejemplo, la diabetes, reconocido factor de riesgo en la COVID-19, tiene una mayor prevalencia en muchos países africanos que en otros más avanzados.

Tanto los datos nacionales como los globales deben ser tomados en su contexto. Además de provisionales, hay cuestiones de fondo que los relativizan, como el exceso de fallecidos durante la pandemia respecto a otros años. Además, solo incluyen información de 81 países de una pandemia aún en pleno apogeo.

Además, los millones de años de vida perdidos pueden estar sobrevalorados, ya que la esperanza media de vida en un país es mayor que la de muchos de los infectados que acabaron muriendo, debido a sus comorbilidades previas. Pero también la incertidumbre sobre el número real de fallecidos por COVID-19 introduce otro sesgo, esta vez a la baja.

 

Fuente: REC

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