El fin de la ola por la variante Omicron del SARS-CoV-2 y lo que puede ocurrir en 2022

La ola de contagios causada por la variante Omicron del SARS-CoV-2 aparentemente se acerca a su fin. La caída de casos que se registra de manera sostenida durante las últimas semanas en todo el país, más allá de las dudas que despertaron los registros de casos en algunas provincias ante las masivas infecciones, indica que esta etapa de la pandemia, la más virulenta por la cantidad de contagios en poco tiempo, parece que terminará, aseguran los expertos.

La variante Omicron llegó en diciembre a Argentina, después de rebrotes igualmente agresivos en toda Europa en las semanas
previas. Las fiestas de fin de año, los encuentros familiares y las vacaciones potenciaron el aumento de casos debido a esta variante del SARS-COV-2, que se destaca por ser la más contagiosa conocida. Omicron tocó su techo el 10 de enero último, cuando se diagnosticaron 159.757 positivos en un solo día.

Pero desde el 13 de enero hasta el 4 de febrero, la tendencia comenzó a revertirse de una manera tan precipitada como había subido un mes atrás. Un descenso sostenido que el 3 de febrero registró una baja de 55% en el promedio de nuevos casos reportados diariamente. Muy distante de los 160.000 casos de principios de enero, el Ministerio de Salud reportó el 5 de febrero 40.094 diagnósticos.

La baja de los casos confirmados de COVID-19 coincidió con la medida tomada por algunas provincias, como la de Buenos Aires, que decidió que sólo se hisoparan personas con síntomas de COVID-19 si son mayores de 60 años, tienen una enfermedad de riesgo o a embarazadas. Un criterio que excluye a la población más joven, justamente los más afectados por esta nueva variante.

Los expertos aseguran que la ola de la variante Omicron se aproxima a su fin, más allá del impacto de esta última medida en el
descenso de los casos. “La baja de los diagnósticos refleja que efectivamente los contagios disminuyeron. Más allá de los cambios
en los testeos, existen otras variables que ratifican esta tendencia. Por un lado, la positividad cayó a menos de 50%, cuando antes
era mucho más alta. Es decir, sobre la cantidad total de personas testeadas hay menos que están infectadas”, explicó Ricardo Teijeiro, infectólogo de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI).

“Es evidente que este descenso de casos por la variante Omicron es tan brusco como fue la subida. Si los testeos de la provincia de Buenos Aires generan alguna desconfianza se pueden mirar los números de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), que continuó con el mismo criterio de testeos. Allí también bajaron los casos de manera pronunciada. La disminución es real”, insistió Teijeiro.

Al mismo ritmo que la caída de los diagnósticos, también cayó la positividad de los testeos. El momento más alto de esa tasa se dio entre el 18 y 19 de enero pasado, cuando siete de cada diez personas con pruebas diagnósticas recibían la noticia de que estaban infectadas con COVID-19. Con los datos de esta semana, cinco de cada diez test son positivos.

Mauro Infantino, ingeniero en sistemas y creador del sitio web COVID Stats, ratificó este argumento. “La positividad no miente, porque es una fórmula matemática que se calcula con una división. La única forma de que caiga la positividad, como está ocurriendo, es que los casos caigan más rápidamente que los testeos”, explicó.

Infantino, además, agregó que existen otros factores que son consecuentes con la baja de los casos registrados y que hacen prever que esta ola está llegando a su fin. “Hay muchos otros factores además de la positividad, como la caída de los pacientes que se acercan a las Unidades Febriles de Urgencia (UFU) en la CABA y también la cantidad de búsquedas en Google. Si se observan las olas anteriores, las búsquedas de Google siempre acompañaron las curvas de los contagios y esta vez eso se vuelve a repetir en el ascenso y ahora en el descenso”, agregó.

 

Las muertes en la tercera ola

La segunda ola en Argentina, que se registró a mediados de 2021, fue la de mayor impacto sanitario por los altos niveles de ocupación hospitalaria, pero principalmente por la alta cantidad de muertos. En el pico de esa ola, el 3 de junio pasado, fallecieron 652 personas en un solo día.

La tercera ola, en cambio, se destacó por una alta cantidad de contagios, pero una mortalidad inferior. La mutación del virus, ahora más contagioso pero menos letal y, sobre todo, la vacunación masiva, fueron los factores que cambiaron el escenario en 2022. A diferencia de lo ocurrido en la segunda ola, el pasado 27 de enero se registraron 333 muertos, casi la mitad que en el pico de 2021.

La curva de las muertes, sin embargo, no baja al mismo ritmo que la cantidad de casos. “Siempre la curva de mortalidad tiene algo de demora porque la gente primero se enferma, luego un cuadro puede demorar 15 días en complicarse y después puede pasar tres meses en terapia intensiva. El paciente grave es de larga resolución. Por eso se observa que continúan registrándose muertes varias semanas después de haber terminado el brote”, explicó el infectólogo Teijeiro.

 

¿Una cuarta ola?

La incertidumbre después de la variante Omicron es un asunto que se debate en todo el mundo. Los más optimistas están convencidos que después de estas infecciones masivas, la COVID-19 se encamina a ser un virus endémico y estacional, que crezca en los momentos de bajas temperaturas, como ocurre con la influenza. Pero la mayoría de los expertos no arriesga qué pasará con el futuro de la pandemia.

¿Puede haber una cuarta ola de COVID-19 en Argentina? “Tenemos la esperanza de que el virus empiece a caer. Que las nuevas variantes, aunque haya reinfecciones, sean con cuadros más leves. Todavía falta evaluar las secuelas de esta ola y, sobre todo, lo que pasará en el invierno. Será muy importante el avance que se pueda lograr en los refuerzos de las vacunas, porque por ahora se está avanzando lentamente”, advirtió Teijeiro.

Con los datos de esta semana, 76% de la población tiene dos dosis y 30% las dosis adicionales o de refuerzo. El desafío de los próximos meses será hacer masiva la vacunación entre los sectores más jóvenes, hasta ahora la franja más descubierta por los refuerzos.

“Es probable que no haya cuarta ola. En algún momento, este virus terminará siendo endémico. Será un virus respiratorio habitual y se revisará si hace falta continuar con refuerzos de vacunación anuales para inmunizar y sobre todo a quiénes aplicarle esas dosis. Pero para eso todavía falta, todo eso está ahora en discusión”, agregó.

 

Las tres olas

Argentina atravesó tres olas desde el inicio de la pandemia de COVID-19. La primera tuvo un crecimiento bastante lento, motivado principalmente por la larga cuarentena, y alcanzó su pico recién el 16 de octubre de 2020, cuando se diagnosticaron 18.462 casos en una sola jornada.

La segunda ola alcanzó los 41.342 casos diagnosticados el 26 de mayo de 2021. Y la tercera, que inició a mediados de diciembre pasado, alcanzó su punto máximo el 10 de enero último, cuando se diagnosticaron 159.757 casos en un solo día.

Estos números no son exactamente iguales a los reportados diariamente, ya que los retrasos en la carga de datos hacen que difieran los valores con los reales, que se corresponden con la fecha en la que se emitió el diagnóstico y que es el valor más confiable que se puede tomar, ya que es el que se puede documentar.

Para ver la magnitud de estas diferencias, basta considerar el pico antes mencionado del 10 de enero, cuando mientras por fecha de diagnóstico casi se sumaron 160.000 nuevos casos en apenas 24 horas, ese día el reporte del ministerio de Salud informó 88.352, es decir, poco más de la mitad.

Lo que sí se observa, como una posición consolidada desde el 13 de enero a la fecha, es la disminución en los nuevos casos por día. Un descenso que se observa sostenido y que en la actualidad registró una baja de 55% en el promedio de nuevos casos reportados diariamente.

Es demasiado prematuro calcular ahora ese descenso sobre los casos por fecha de diagnóstico, debido a que como se comentó anteriormente, continúan los retrasos en la carga de datos.

 

Los más jóvenes se contagiaron primero

En la distribución por edades, no hubo diferencias entre la primera y la segunda ola. Los adultos jóvenes fueron los que más se contagiaron (lo hicieron antes y disminuyeron antes también), mientras que los adultos mayores fueron los que acumularon más muertos.

Pero al analizar el comportamiento de los contagios durante la tercera ola, se observa que 48% de los contagios se registró entre personas de 20 a 40 años de edad y solo 7% correspondió a niños y jóvenes de entre 10 y 19 años. Las personas mayores de 60 años, tuvieron un patrón de contagio bajo, del orden de 11% en total. Aunque en términos de fallecidos, fueron el 86%.

 

Fuente: REC

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